miércoles, enero 25, 2006

[sinTitulo]

Tengo prisa, así que les dejaré con esto... Mañana no podré postear, así que les dejo con este enorme y aburrido trabajo, de hecho esta es mi participación fuerte en la semana, espero comentarios y críticas... Besitos.



Que golpee y golpee


Hasta que nadie


Pueda ya hacerse el sordo


Que golpee y golpee


Hasta que el poeta


Sepa


O por lo menos crea


Que es a él


A quien llaman.



Mario Benedetti – Arte Poética



¿Qué me dice este epígrafe? ¿Qué puedo conocer del poema? ¿Puedo decir algo sobre (que no a-cerca de) lo que el poeta creó? ¿Puedo entender el poema como un simple decir? ¿Acaso es el poema el encuentro de sentido del poeta?



Introducción



Estas son las preguntas fundamentales que dan nacimiento a este ensayo, su respuesta es algo aún oscuro, pero los acercamientos a estas son los que harán crecer el ensayo. Una primera intuición sobre estas nos lleva a la interpretación de poemas que Heidegger realiza a menudo durante su “segunda época”.


Un primer problema a resolver en este ensayo será el concepto de poema en Heidegger, utilizando como guía a Carlos B. Gutiérrez, del cual solo observaremos para su ulterior análisis algunas características: el poema como búsqueda de la esencia del habla y por ello como esencia del ser mismo.


El análisis nos llevará a contraponer brevemente la consideración que del poema hace Heidegger con los distanciamientos de Filosofía y Poesía. La pregunta en esta segunda parte: ¿Dónde quedó el poema? (En términos más técnicos: ¿La estructura formal del poema restringe sus características plenas del mismo?) Cuestionaremos directamente a la interpretación heideggeriana con la pregunta que nos despertó el ánimo de escribir: Heidegger, ¿Puedo entender el poema como un simple decir?


La tercera parte existe, a falta de una verdadera conclusión, como tal.



Primera Parte



¿Cómo llega Heidegger a la consideración de que en el poema existe un sentido a encontrar? Sigamos de cerca el camino que recorre Carlos B. Gutiérrez en su explicación.


Lo primero es que la exposición dada en Ser y Tiempo prevé la necesidad de una relación cercana entre poesía y filosofía, una relación distinta y cercana; pero no la expresa como tal.


El giro que sucede en Heidegger después de Ser y Tiempo puede consistir en que “en Ser y tiempo se había dicho que el ser del habla tenía sus raíces en la apertura de ser-en-el-mundo en la luminidad de ser, pero no se había llegado a que la esencia del ser mismo fuese la esencia del habla”[1]. Si el discurso filosófico como “modo eminente del decir” lo acerca al discurso poético que se encuentra “al servicio del habla”, las diferencias no se borran, lo que sucede simplemente es que los vemos uno frente a otro.


El poema se avista como una experiencia[2] con el habla, una experiencia que al traer al habla lo no-hablado nos habla de la esencia del habla. Lo que encuentra es el habla, es lo dicho, es la palabra que hace que todo sea.


El poema es pues un habla que ya sea hablándonos de una cosa cualquiera, o mejor aún, hablándonos de él mismo hablando, se convierte en una búsqueda por analogía, en un indicio de la esencia del habla.


Cuando dialoga con el poema de “La palabra” de Stefan Georg, Heidegger concibe 3 cosas muy importantes: Que realmente nada sea donde falta la palabra[3], la incapacidad poética de encontrar la esencia del habla (el indicio siempre será tal) y la existencia de un pensar tras lo que es digno de ser pensado, un pensar que solo es digno si es dicho. “Poetizar y pensar son un decir eminente [volver a prestar oído a la mutua pertenencia de decir y ser], en la medida en que ambos permanecen librados al secreto de la palabra como a lo más digno de pensar (…)”[4].


Poetizar entonces se convierte en un pre/post pensamiento de lo hablado, le ofrece al pensar el material digno de ser pensado, diciéndolo (al decirnos qué es digno de pensarse, el poema sirve de indicio), y busca junto a él la palabra fundante, la palabra para decir toda la palabra (al perder “la joya”, el indicio se vuelve infinito y una experiencia constante e inabarcable).


Recordando que poetizar es una experiencia con el habla, digamos finalmente que toda la experiencia pensante con el habla consiste en prestar atención a la vecindad entre experiencias (recordando que también el pensar es una experiencia con el habla). Es observar, entre las dos experiencias, el acto mismo de corresponder al reclamo de ser, como hablar; observar el obsequio de sentido que ambas experiencias dan a la apertura en comprensión del ser de lo que es.



Segunda Parte



¿Y eso qué?


Aclaremos la duda: El sentido que el símbolo tiene en el poema, el sentido mismo del poema, es un indicio de encuentro con la esencia del habla (y, siempre, solo eso); el poema sirve como guía para el pensar. El poema pierde sentido ante la esencia del habla: su sentido es irrelevante ante la esencia misma del hablar; el poema es un indicio y si no fuese por él, el poema no existiría. ¿Dónde ha quedado el poema? Habrá que reconstruirlo.


El poema es un decir, verdad sea dicha, pero no solo eso, verdad sea dicha. Para fundamentar esto, retornemos a varios conceptos previos que ayudarán a reconstruir el poema.


Entendamos primero de manera enciclopédica el término que nos servirá de pivote: ¿Qué es el Lenguaje? El diccionario filosófico Herder nos dice del lenguaje[5]:


Facultad, según algunos, innata, propia del ser humano, instrumento del pensamiento y la actividad, y el más importante medio de comunicación. Es un instrumento sumamente elaborado y complejo, organizado en diversos niveles y creativo, con el que el hombre puede expresar verbalmente un número no limitado de ideas, sensaciones, situaciones, etc., y que permite aludir a las cosas y situaciones en su ausencia. Con él reduce y ordena el hombre las percepciones del entorno y está vinculado al pensamiento hasta tal punto que la total falta de lenguaje, o de un sistema de signos equivalente, hace que no aparezcan en el ser humano indicios de inteligencia.



En contraposición de lo que podría decir Giovanni Sartori respecto a que el único lenguaje es el “lenguaje-palabra”[6] (que haría válido esta parte de la acepción de lenguaje: “(…) el hombre puede expresar verbalmente…”), habría que observar si “el sistema de signos equivalente” al “lenguaje-palabra” no será un “lenguaje-imago”.


Valgan algunos ejemplos para fortalecer nuestra posición: En la teoría aristotélica de la poética[7], el reconocimiento (αναγνώριςις) es dado en múltiples maneras, el más puro es el de raciocinio, pero no elimina la posibilidad de un reconocimiento “no-hablado”, de un reconocimiento imaginario. El mismo autor necesita salir de sí mismo, para descubrir la similitud entre todas las cosas: reconocerse en lo físico para reconocerse en el intelecto. La imagen para el habla.


Toda la estética cinematográfica está construida por imágenes en silencio, esa es la labor que Jordi Baló remarca en su texto homónimo donde señala respecto a los motivos visuales: “Estas imágenes pertenecen al silencio: están relacionadas con la intimidad y el misterio, con el sentido arcaico y su comprensión; son imágenes que nos evocan las huellas de nuestra memoria iconográfica[8]. La construcción cinematográfica es un lenguaje-imago.


Un ejemplo que nos dará luz en esta discusión y nos permitiría continuar nuestra discusión es la teoría filosófica de Gaston Bachelard que busca en la teoría estética (de la cual no podemos negar la participación directa de la poesía) una teoría filosófica de la imaginación, en uno de sus libros señala[9]:



Por lo tanto, creemos que una doctrina filosófica de la imaginación debe antes que nada estudiar las relaciones de la causalidad material con la causalidad formal. Ese problema se plantea tanto el poeta como el escultor. Las imágenes poéticas tienen, también ellas, una materia.



Llegamos por el lenguaje, salimos con una respuesta para la pregunta, ¿Dónde quedó el poema? En la imagen. Hay un lenguaje más allá del decir (recordando que jamás en toda la explicación heideggeriana del poema salió a relucir un lenguaje o un expresar o un imaginar), hay un lenguaje que no se habla.


Habrá que ver la imagen del poema como la construcción total del poema como un todo, como un conjunto repleto por sí mismo de significación y sentido dado de sus partes, pero irreducible a ellas. Como un símbolo onírico que encuentra su significado en sí mismo.


Renunciar como Heidegger junto a Georg significa perder el sentido de la imagen, perder el lenguaje para ganar el habla. ¿O es que acaso algo puede ser donde falte la palabra fundadora? Acosa a la experiencia, la experiencia con el habla.


Valgámosle por un momento a Heidegger la posibilidad de ver en el poema un simple decir, ¿Cabría, de todos modos, afirmar que una palabra[10] remite a un indicio y este por sí mismo es una significación en el poema? Semejanzas hay entre este asunto y un problema añejo entre Foucault y el sentido que el psicoanálisis toma como símbolo.


Ante la misma pregunta: ¿Cabría en la imagen del sueño hacer una conexión inmediata entre el indicio de una estructura interna del poema y el significado total de la imagen? La respuesta es simple y clara: “El conjunto de los indicios que puede multiplicarse hasta el infinito a medida que avanza y se unifica la significación no puede ser confundido con esta”[11]. La otra opción es ver en el indicio, junto a Husserl, una intención que hace de esta un indicio.


Es decir, la interpretación filosófica de Heidegger no nos da la estructura interna que el poema puede tener, lo que nos otorga es la intencionalidad de Heidegger, en el indicio vemos el retorno de Heidegger a la concepción Husserliana de concienica. Quede esto como coda.



Tercera Parte – Como conclusión e introducción –



Un poema que no se explica por sí mismo, un poema que necesita ser explicado por su autor y por otro autor, un poema que no defiende su realidad por sí misma. Un poema que contra lo dicho por Heidegger respecto a pensar tras el poema, tiene que ser pensado y luego pensar tras él. Un poema así, falló.


Existen, entonces, dos maneras “profundas” para leer el poema: una al estilo de Heidegger, otra comprendiendo el poema como un todo, intransferible, incompartible, como un destello de luz al que le sigue una completa oscuridad. Un aquí y ahora que no se reconoce por ningún principio de identidad. Esto es, leer al poema como una imagen, como un dibujo de palabras ordenadas de una forma por un instante. Leer al poema como imagen, significa leer al poema simplemente como poema.


Tenemos dos maneras “profundas” para leer un poema: La que busca en el poema la esencia del habla y la que busca en el poema su propia esencia lingüística. La que quiere al poema como esencia del ser mismo, por su profundidad, por lo simbólico que radica en sí; y la que quiere al poema por sí mismo, por lo que está visible, por la imaginación que nace de sí.


Habría que responderle a Heidegger desde la poesía, habría que interpretar a Heidegger desde el poeta. Habría que decirle:



ASÍ ES[12]



Con siglos de estupor,


con siglos de odio y llanto,


con multitud de hombres amorosos y ciegos,


destinado a la muerte,


ahogándome en mi sangre, aquí, embrocado.


Igual a un perro herido al que rodea la gente.


Feo como el recién nacido


y triste como el cadáver de la parturienta.



Los que tenemos frío de verdad,


los que estamos solos por todas partes,


los sin nadie.


Los que no pueden dejar de destruirse,


ésos no importan, no valen nada, nada,


que de una vez se vayan, que se mueran pronto.


A ver si es cierto: muérete.


¡Muérete, Jaime, muérete!



¡Ah, mula vida,


testaruda, sorda!



Poetas, mentirosos, ustedes no se mueren nunca.


Con su pequeña muerte andan por todas partes


y la lucen, la lloran, le ponen flores,


se la enseñan a los pobres, a los humildes, a los que tienen esperanza.


Ustedes no conocen la muerte todavía:


cuando la conozcan ya no hablarán de ella,


se dirán que no hay tiempo sino para vivir.



Decir eso, y nada menos… Tampoco nada más.








[1] Gutiérrez, Carlos B.; Temas de filosofía hermenéutica; Colombia, UNC-UA; p. 163



[2] Experiencia como “que algo nos acaezca, nos alcance, se apodere de nosotros y nos transforme”.



[3] Hincapié en la decisión que toma Heidegger y Gutiérrez al utilizar hablar, decir y palabra.



[4] Ibid. P. 169



[5] Diccionario de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996-98. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona. Todos los derechos reservados. ISBN 84-254-1991-3. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.



[6] Sartori, Giovanni; Homo videns, la sociedad teledirigida, España, Taurus, 2001, p. 24



[7] Cf. Aristóteles, Poética, Caracas, Monte Ávila, 1990. Principalmente 1454b-1455a (p. 18-19)



[8] Baló, Jordi; Imágenes del silencio; Barcelona, Anagrama, 2000, p. 11 Las cursivas son mías.



[9] Bachelard, Gaston; El agua y los sueños; México, FCE, 1993, p. 10



[10] Cf. Heidegger, Martin; “¿Y para qué poetas?” en Caminos de Bosque; México, Alianza. Fundamentalmente la discusión sobre “lo abierto” en Rilke. 262- 264, p. 211-212



[11] Foucault, Michel;Introducción a Binswanger (L.), Le Rêve et L’Existence” en Entre Filosofía y literatura ; Buenos Aires, Paidós, 1999, p. 74



[12] Sabines, Jaime; Recuento de Poemas 1950/1993; México, Joaquín Mortiz, 2002, p. 37

1 comentario:

Gilberto Arredondo dijo...

(Dios ¡no! un ensayo de filosofía).
Eh.. si bellisimo...