miércoles, febrero 20, 2008

Tragicomedia I

- ¿Cuánto tiempo llevamos esperándola? - Preguntó el capitán a su almirante buscando una respuesta que escapaba de su lóngeva memoria.
- Tres eones se cumplirán la semana entrante, mi capitán - Respondió el almirante.
- Ahí lo tiene - dijo el sujeto vocativo - tres eones y ni siquiera una mirada. Le gusta vernos esperarla.
- Pero, ¿por qué siguen aquí? ¿Por qué la esperan aún? - Replicó la nueva idea, con la frescura que éstas traen cotidianamente - ¿Qué vulgar razón los detiene aquí?

Los marineros de la costumbre se miraron contrariados, no sólo era una pregunta que jamás se habían hecho, era una pregunta que jamás se harían. La simple enunciación parecía un escarabajo grotescamente gigante que más que admirable resultaba peligroso.

- mmm... - El capitán carecía de palabras para responder a lo obvio, al menos para ellos. - Es un juego, ¿acaso nadie se lo dijo al subir? - Justo la nueva idea recordaba las palabras de sus maestros, genios de la novedad, en diatribas contra estos marineros , gritando: 'DEBERÍAN APRENDER A VER ESTO CON MENOS SERIEDAD: ES UN JUEGO'. El hecho de concebir este acto como un juego parecía ridículo.

- Pero es tedioso, es aburrido, es deprimente. ¿Hasta cuando deberá seguir su martirio? - Gimió la nueva idea, como si ella hubiese visto todas aquellas cosas que los eones habían puesto frente a los ojos, los dedos y las mejillas de los marineros; verdadero premio de consolación por una derrota inevitable.

La respuesta que se le dió a la nueva idea debería haber resultado suficiente, aunque no lo fue, de la misma manera que debería resultar suficiente para usted, gracioso lector y para usted, insufrible lectora, aunque no lo será.

- Martirio dice usted - contrareplicó el capitán - Yo no veo a un verdugo, sólo la veo a ella... ¿Hasta cuando...? - Mientras repetía la pregunta, el capitán imitaba, con el prejuicio que solo la costumbre puede dar, afeminadamente a la nueva idea - Hasta el día en que a ella esto no le parezca divertido. Quizá termine hoy, quizá tenga otros tres eones para responder esta pregunta una vez más.

Drama I

Hay ciertas cosas que uno no cuenta de sí,
ciertas pequeñas, risibles, delicadas
cosas
que uno solamente hace cuando está solo, que no se trata de confianza o cariño.
Se tratan de enfermizo instinto.

A veces son cosas grotescas y simples
como picarse la nariz,
a veces complejas y aberrantes
como
tocarse el dedo meñique del pie izquierdo con el índice de la misma siniestra mano,
mientras se piensa en la persona amada durante un eclipse total lunar que sucede en el otro lado del mundo.

En ellas reside la intimidad.