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simple idea: un argumento puede
engendrar una forma y por tanto
la elección del argumento es una
elección esencialmente estética.>>
Noël Burch. Praxis del cine. Citado por
Jordi Balló en Imágenes del silencio.
La meta de este ensayo es lograr relacionar la ética y la estética. Esto a través de la pregunta ¿Cómo afecta el concepto de lo virtual al establecimiento de un planteamiento ético? Y se pretende llegar a la respuesta partiendo éticamente de las consideraciones levinasianas sobre lo Otro y Mismo; considerando la propuesta de Rawls sobre la Justicia como un concepto político, no metafísico, y la producción valorativa a través del denominado “overlapping consensus” y la conceptualización de la virtualidad como proceso humanizante que propone Lévy. La resolución pretende avocar una relación ya antigua entre ética y estética, pero poniendo como cabeza de esta relación el carácter estético.
Para poder entrar de lleno en el problema tenemos que enfrentarnos primero con dos problemas distintos que están colocados implícitamente como resueltos en el cuestionamiento: ¿Qué es lo virtual? Y ¿Cuál es el planteamiento actualizante ético frente a lo virtual? Para la primera pregunta usaremos a Lévy y para la segunda a Rawls.
¿Qué es lo virtual? El cuestionamiento sobre lo virtual siempre ha dirigido a encuadrar lo virtual en relación con lo real y como producto del mismo, considerando a lo virtual como lo posible y sin un carácter ontológico propio; este cuestionamiento debería dirigirse más al señalamiento particular de lo virtual como tal, y no de sus partes negativas. En otras palabras, dirigirse a la “sustancia” de lo virtual.
La primera característica que propone Lévy[1] es la de la diferencia entre real y virtual, equívoca completamente. El carácter de lo virtual siempre se encuentra en los límites de las realizaciones materiales, pero no como inexistente sino como extraído. La palabra virtual proviene del latín virtualis, potencia, y “en la filosofía escolástica, lo virtual es aquello que existe en potencia pero no en acto”[2]. Es decir, el carácter de lo virtual siempre es una, y utilizo el término con renuencia, posibilidad muy distante de ser sólo posible o probable, porque ya está determinado lo posible, y lo virtual varía siempre de su potencia a su acto. Por tanto lo virtual existe y no se enfrenta a lo real, pues también es una realización.
Su potencialidad, la de lo virtual, se resuelva una sola vez por acto y en cada actualización lo virtual no se pierde, siempre escapa de un aquí y un ahora, para continuar presentándose como potencialidad problemática. En esa problematicidad encontramos a segunda característica propuesta por Lévy.
Lo virtual se encuentra como problema tanto temporal como espacial, siempre escapando de ambos determinismos, siempre cambiante e impreciso, casi como un electrón. Lo virtual precede a un tiempo pasado y antecede a un tiempo futuro; es partícipe de un aquí impreciso que puede ser cualquier aquí. Para hablar en términos hegelianos, lo virtual es el objeto de la certeza sensible y se presenta como un “ahora […] que se mantiene por el hecho de que otro […] no es”[3], pero, a diferencia del objeto de Hegel, es un aquí que es aquí no por la negación de un hecho conciso (a saber, el árbol o la casa), sino por la afirmación de un aquí en todos esos aquí. La pérdida de tiempo y de lugar es la tercera característica de lo virtual.
Habrá que hablar con más detalle de las características de ese aquí “desactualizado”, todo aquí, se convierte en todos los aquí; el lugar público se vuelve así en mi lugar privado y mi lugar privado está al alcance de todo el público. Esa pérdida de la privacidad se ve recompensada por la pérdida de la comunidad. Esta idea, que es la cuarta característica de lo virtual, nos lleva a la indistinción del concepto individuo y el concepto comunidad o, para ser más justos con la exposición, a la unión casi indivisible de ambos conceptos.
La idea de virtualización parece completamente comprendida, pero sigue existiendo como producto de una primera realización y como razón necesaria para una actualización, pero el proceso inverso también es factible. Es este proceso el que sucede en la actualidad, el proceso en el que la problematización es un proceso constante y eficiente para la recreación de la sociedad.
En ese proceso, Lévy propone a la cultura como factor virtual partícipe de una humanización y propone tres virtualizaciones que han cooperado en la creación de lo humano: el lenguaje, la técnica y el contrato. Hay que analizar estas virtualizaciones con detenimiento.
“El lenguaje, en primer lugar, virtualiza un <
En la virtualización producida por la técnica tenemos que considerar 2 cosas, la primera es la señalada por el autor que seguimos y la segunda es el carácter que el término teckné tenía en la antigüedad y que nos deja abierto un amplio sentido de virtualización. Sigamos pues al autor. La virtualización no tiene que desaparecer al objeto, no es un objeto real que desaparece en pos de un objeto posible, sino que también produce esa desterritorialidad física en el hombre y separándose de este objeto actual que es el cuerpo crea un objeto nuevo que virtualiza al hombre: La herramienta. Esta es más que una extensión del cuerpo, es “una virtualización de la acción”[6].
La técnica virtualizará todo el campo de acción humano y convertirá la imposición fáctica en una variable.
El carácter del teckné griego convertido en ars latino permite mostrar el lazo artístico de esta virtualización; el arte cumple con las características señaladas y desborda un lazo mucho mayor, a través de la virtualización del actuar el arte puede virtualizar no sólo el actuar sencillo, sino virtualizar el actuar según una virtualización; en otras palabras, el arte virtualiza toda acción humana.
El contrato es la virtualización de la violencia, este contrato nos interesará más a la luz de esta expresión de Lévy: “Los rituales, las religiones, las morales, las leyes, las reglas económicas o políticas son dispositivos sociales para virtualizar las relaciones fundadas en las relaciones de fuerza”[7]. Ahí tenemos nuestra solución, la moralidad es un proceso de virtualización; se presenta siempre como una actualización y ese es el detalle que nos consterna, siempre se presentará como una actualización y siempre seguirá existiendo como una virtualización.
Hemos señalado las 3 virtualizaciones levyanas que producen lo humano, pero tendremos que señalar el punto más importante, más que señalarlo, recalcarlo: La estética (en el sentido artístico moderno) es una virtualización de las virtualizaciones; las sensibilidades baumgartianas se vuelven parte de la sociedad y es a través de estas sensibilidades que se permite captar el profundo sentido analítico del arte: las sensibilidades expuestas son sensaciones de las externidades reales y actuales, son sensaciones del actuar humano. El arte toma este actuar humano y lo saca del acto; lo vuelve un problema a tratar: un objeto virtual; volveremos a esto después de analizar las afirmaciones de Rawls.
Para poder comprender las razones de Rawls tendremos que hacer una perífrasis que comenzará en Levinas para poder demostrar algunas razones de peso para las conclusiones tanto de Tugendhat como de Rawls.
Levinas propone una separación extrema: “L’idée de l’Infini suppose la séparation du Même par rapport à l’Autre”[8], pero esta separación no existe como una antítesis, sino en una confrontación moral: “ce que je me permets d’exiger de moi-même, ne se compare pas à ce que je suis en droit d’exiger d’Autrui”[9]. Lo que estoy en derecho de pedirle al otro, es completamente distinto de lo que me puedo exigir a mí, pero ¿cuál es ese Otro levinasiano?
No podemos señalar realmente cual es ese Otro, pues no existe un Otro en relación antitética con Mismo; este Otro es un Otro expresado en una superioridad metafísica, es en el Otro donde se encuentra la verdad y es lo Otro lo que determina la relación con Mismo, “le Même ne peut rejondre l’Autre que dans les aléas et les risques de la recherche de la vérité au lieu de reposer sur lui en toute sécurité”[10] . Es Mismo el que debe de buscar encontrar a Otro, y lo tiene que buscar en la subjetiva afirmación de la verdad, verdad volátil en el discurso hermenéutico.
El problema de este Otro superior a Mismo es que esa virtualidad implícita jamás se actualiza, Otro siempre será una generalidad inabarcable para Mismo y Mismo no puede decidir que está en derecho a exigirle a Otro, porque no hay un otro específico al cual exigirle: es un otro Infinito, pero a la vez es un otro desterritorializado, un otro público, un otro virtual. Cuando afirmamos la superioridad e infinitud del concepto Otro estamos negándole su capacidad de reducirse e incrementarse, el Otro virtual sólo puede existir como Este Otro virtual; jamás se actualizará. El proceso moral como lo afirmamos quedará detenido en su momento de actualización y la virtualización de la violencia es violencia contra ningún ser en un aquí o ahora, sólo contra un ser separado (l’être séparé).
El otro debe de poder actualizarse y esa actualización se produce en cada ente, para poder utilizar la pregunta moral de ¿Cómo tratar al otro? Debo de poder señalar al otro, la desparticularización del concepto me llevará a una metafísica que no puede señalar conceptos éticos por caer en concepciones externas, en palabras de Tugendhat: “una proposición moral […] no puede ser una proposición empírica, por lo que sería entonces una proposición teórica, y no de deber, […] sólo puede basarse o en una decisión […] o de un a priori formal, no metafísico”[11]. Rawls comprenderá lo mismo. Previo, tendremos que hablar del concepto justicia y su relación con la idea de lo que estoy en derecho de exigir.
La justicia para Rawls debe de considerarse como un plan de iguales derechos básicos e iguales libertades básicas, un plan que sea compatible con el plan de la sociedad; además de satisfacer dos condiciones que sobrelleven las desigualdades sociales y económicas, primero, tratar de ofrecer condiciones de igual oportunidad para todas las clases y, la segunda, deben ofrecer los mayores beneficios a las clases menos aventajadas. Desde este momento podemos observar que la idea de justicia para Rawls no se encuentra en exigirle a Otro, sino ofrecerle, el derecho que tengo existe como ofrecimiento y esas exigencias levinasianas resultan contrarias a la idea de justicia, aún a la idea de igualdad.
En este sentido, Rawls afirma a la justicia como equidad (Justice as Fairness), como una igualdad de derechos y de condiciones que dejan de lados algunos conceptos filosóficos como “claims to universal truth or claims about the essential nature and identity of persons”[12]; al dejarlos de lado convierte la discusión en un problema político y abandona el carácter metafísico que Lévinas había intentado meter en la discusión.
Para abreviar el concepto de Rawls sobre la justicia, que podemos observar como el motor moral de Kant o de Lévinas, podemos resumirlo en 2 citas que nos iluminan la concepción de justicia como equidad (Justice as Fairness): “A political conception need not be an original creation but may only articulate familiar intuitive ideas and principles so that they can be recognized as fitting together in a somewhat different way than before”[13]; que nos permite observar la concepción política como una constante problematización en la que sale a relucir la idea de la ética legal de Kant, donde “parece deducirse lo correcto en cada actuación del principio moral general”[14], idea completamente virtual. La otra cita nos hablará de la necesidad de consensar las opiniones sobre justicia, la cita reza así “[…] a political conception of justice, to be acceptable, must be in accordance with our considered convictions, at all levels of generality, on due reflection [reflective equilibrium]”[15]. Esta nos habla de concepciones generales que deben, como señalará más adelante, ser apoyadas por lo que llama “overlapping consensus”[16]. En otras palabras, es el grupo de individuos quien resolverá a través del continuo actuar, lo que es correcto o justo. Cada decisión humana actualiza la teoría moral, pero la mantiene siempre existente como virtual. La ética se presenta como un actuar humano que intenta no sólo virtualizar las relaciones de violencia, sino también actualizarlas como relaciones equitativas.
El arte, como habíamos señalado, virtualiza el actuar humano como sensibilidad de ese actuar; señalemos que lo virtualizado es lo que sentimos de ese actuar y de ese modo dejar al descubierto la virtualización que es ese actuar. Esta virtualización también realizará un trabajo hermenéutico al permitirnos observar todo lo que en ella existe, una imagen nos ofrecerá toda una tradición, un sentido arcaico y su comprensión, “son imágenes que nos evocan las huellas de nuestra memoria iconográfica”[17], es un 4’33” que nos hace preguntarnos sobre la naturaleza cultural del sonido y el silencio. El arte evoca el recuerdo del pasado desde una comprensión del presente.
El arte también ofrece una nueva experiencia, inusitada, que abre múltiples posibilidades. Cuando John Cage ofreció el 4’33” como una nueva música, una inagotable producción de obras nacieron con esta, pero aparecieron virtualmente, ya existentes, pero siempre como problemas. El actuar humano virtualizado en la primera obra artística, estaba siendo criticado, comprendido, expuesto por su pasado y a su vez impulsado hacia su futuro.
En el juego libre de la fantasía, el artista se encuentra como crítico de la virtualidad.
Ahora que hemos observado detenidamente ambos problemas argumentativos, podremos tratarlos juntos.
La virtualidad como tal nos dirá que la moralidad es producto de una virtualización de la violencia, lo cual resulta ser muy ambiguo.
Tenemos la idea del arte como reproductor virtual de todo acto humano y como crítico de dicha virtualidad. Esa crítica, dijimos, también impulsa desde el pasado hacia el futuro.
Toda ética, incluida en esta los valores[18], se produce del actuar humano y se refiere al actuar humano exclusivamente, ya no como una virtualización de la violencia, sino como expresión virtual de la equidad.
En este sentido, podemos comprender que la característica que comprende el sentido amplio de la Ética (el actuar humano) se encuentra concomitante en la estética y siempre ha sido así. Por ello podemos encontrar en la estética no sólo la crítica a los valores actuales o la remembranza de los valores antiguos, sino también el germen de los valores futuros; no como posibilidad, sino como virtualización real.
Autor: Said Antonio Soberanes Benítez
[1] Cf. Lévy, Pierre. ¿Qué es lo virtual? Ed. Paidós. Col. Multimedia. Barcelona. 1999 pp. 17-25
[2] Ídem. P.17 (el subrayado es mío)
[3] Hegel, G.W.F. Fenomenología del Espíritu. FCE. México. 2003. p. 65
[4] Lévy, Pierre. Op. Cit. P. 73
[5] Ídem. P. 68
[6] Ídem. P. 70
[7] Ídem. P. 72 (El subrayado es mío)
[8] Lévinas. Emmanuel. Totalité et Infini. Ed. Kluwer Academic. Francia. 2001. p. 45
[9] Ídem. P. 46 (el subrayado es mío)
[10] Ídem. P. 54
[11] Tugendhat. Ernst. Problemas de la ética. Ed. Gedisa. Barcelona. 1997 P. 49
[12] Rawls. John; Samuel Freman. Collected Papers. Ed Cambridge, EUA, 1999. p. 388
[13] Ídem. P.393
[14] Tugendhat. Ernst. Op. Cit. p. 46
[15] Rawls. John. Op. Cit. P 393
[16] Cfr. Rawls. John. A theory of Justice. Cambridge Mass. EUA. 1971. y el breve trabajo Justice as Fairness: Political not Metaphysical aparecido en Rawls. John; Samuel Freman. Collected Papers. Op. cit.
[17] Balló. Jordi. Imágenes del Silencio. Ed. Anagrama. Barcelona. 2000 p. 11
[18] En este sentido los trabajos de Hans Joas son muy esclarecedores
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