Hay días en los que me siento como un perfecto imbécil por tener fe en el cine norteamericano.
Creo que no es secreto para ninguno de mis conocidos que gusto de ver películas Disney cuando, como usualmente, carezco de ánimos de observar cine, leer poesía o comentar alguna pintura renacentista (para darle un aire más estrafalario a esto debí incluir una relación de los lugares donde realizo tales actos infames, evitaré tal esnobismo y continuaré). Lo que pocos han de concebir es que hago esto con ánimos totalmente teóricos y académicos; sin embargo, hoy fue un día en el que sorpresivamente sentí que esas razones son patrañas: Un individuo con un mínimo de interés académico hubiera escrito estas notas hace varias horas, desde que la película terminó.
Hancock pareció justamente una película con Anne Hathaway donde la sucesión monárquica sea en vida del anterior gobernante y las decisiones parlamentarias se den en una iglesia y con el mínimo de protocolo (ya no digo de tradición, sino de logística mínima).
Narrando la historia de un "superheroe" con problemas de alcoholismo y control de ira; este "único en su especie" se encuentra con un joven de Relaciones Públicas que puede hacerlo volver al respeto público. Mierda, solo falta un triángulo amoroso por aquí... JAJAJAJA... Ya sabía yo.
No les cuento más de la trama, lo único es que ante una historia que pretende innovar con el hecho de que su superhéroe es un 'antihéroe' (olviden por favor que el concepto de antihéroe viene de la literatura picaresca y que tenemos un precedente en el héroe que ahora mismo también tiene película: HULK) tenemos un ritmo narrativo acelerado, seguramente por la cocaína sobrante del camerino de algún supervillano, una fotografía mediocre (dígase ni buena ni mala) y un CGI de ps2; así como actuaciones poco admirables como la de... Todo el elenco, esta película es una buena muestra de cómo hacer un hermosísimo Blockbuster sin el mínimo de interés por el público y todo por su consumo.
Olvidable.
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