Hay ciertas cosas que uno no cuenta de sí,
ciertas pequeñas, risibles, delicadas
cosas
que uno solamente hace cuando está solo, que no se trata de confianza o cariño.
Se tratan de enfermizo instinto.
A veces son cosas grotescas y simples
como picarse la nariz,
a veces complejas y aberrantes
como
tocarse el dedo meñique del pie izquierdo con el índice de la misma siniestra mano,
mientras se piensa en la persona amada durante un eclipse total lunar que sucede en el otro lado del mundo.
En ellas reside la intimidad.
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